Innovación

[COLUMNA] US178399A: A propósito del Día Internacional del Teléfono Móvil

Juan Rivadeneyra Director de Marco Regulatorio de Claro Perú

Juan Rivadeneyra, director de Marco Regulatorio en Claro Perú, nos cuenta sobre el origen del teléfono móvil y su importancia hoy en día para mejorar la vida de las personas. 

US178399A es el número de registro con el que, en 1876, quedó anotada en la Oficina de Patentes de los Estados Unidos la patente de invención del teléfono, atribuida en este entonces al científico Alexander Graham Bell. Prolongadas y encarnizadas discusiones legales se mantuvieron a lo largo del tiempo sobre la verdadera titularidad de la invención, las cuales, en el plano formal, parecieron quedar zanjadas en el 2002 con el pronunciamiento oficial del Congreso norteamericano que reconoció como verdadero inventor del teléfono al ingeniero Antonio Meucci (1).

Han transcurrido 146 años y lo cierto es que, ni Bell ni Meucci jamás imaginaron la evolución que tendría dicho aparato. Tal vez sea uno de los inventos del hombre que más ha evolucionado a lo largo del tiempo, no solo en su apariencia física, sino fundamentalmente en la manera como nos relacionamos con dicho aparato, producto de las diversas aplicaciones y utilidades que hoy se le confieren y los notorios beneficios que hoy le reportan a nuestras sociedades.

Un hito importante en esta evolución se marcó un 3 de abril de 1973 que es la fecha en la que se registra por primera vez la realización de una llamada desde un teléfono en movimiento y no anclado a una conexión interior en la pared (lo que conocemos hoy como un teléfono móvil) efectuada por un funcionario de la compañía Motorola a su colega rival de AT&T, pronunciando la hoy ya famosa frase “a que no sabes desde donde te estoy llamando”. 

La aparición del teléfono móvil en Perú se produjo 17 años más tarde y en 1990 empezó la oferta de servicios con equipos de considerable tamaño pero que ya nos ponían en la órbita de la telefonía inalámbrica como ya venía sucediendo en varios otros países desarrollados.

Pasamos así, de llamar “a la casa de Pedro” a “llamar a Pedro” y el cambio era más que semántico. La posibilidad de comunicarse con otra persona, independientemente de donde se encuentre quien llama o a quien uno llama, representó un cambio fundamental en la vida y en la manera como nos comunicamos.

Tamaños, colores, botones, formas, teclados, diseños, interfases y pantallas táctiles se fueron sucediendo en estos años a la par de una evolución tecnológica que empezó con lo que se denominó el 1G para realizar llamadas de voz en movimiento. Luego, con la tecnología de 2G empezó una nueva forma de comunicación a través de los teléfonos móviles con los famosos SMS (mensajes de texto). El 3G nos introdujo de lleno a  la posibilidad de acceder al internet desde el teléfono móvil. El 4G incrementó sustancialmente la velocidad y accesibilidad al mundo de los datos, el multimedia, el acceso a las diversas plataformas existentes, la mensajería instantánea y la generación de contenidos y hoy estamos en pleno desarrollo de la tecnología de 5G que permite ventajas sustanciales al asociar mayor velocidad, baja latencia y el desarrollo del IoT (Internet de las Cosas).

Resulta importante mencionar también que la evolución en todos estos años no fue solo tecnológica, sino que también se materializó en la manera como las empresas operadoras se relacionaron con sus clientes, atendiendo de manera creativa a sus necesidades y condiciones. Así, en 1976 apareció el primer sistema de prepago en telefonía móvil en el mundo, siendo creado en México por TELCEL con el lanzamiento de su sistema Amigo, que luego, como es sabido, fue extendido y aplicado por todos los demás mercados de telecomunicaciones en el mundo.

Tal ha sido la extensión del teléfono móvil que hoy se estima que cerca de 5,700 millones de personas en el mundo tienen uno en su poder. Todo este proceso, que ha sido marcado fuertemente por la evolución tecnológica, no debe hacernos perder de vista el enorme impacto que el teléfono móvil ha tenido sobre la mejora en la calidad de vida y el bienestar de las personas. El teléfono móvil es hoy casi una proyección de nuestra personalidad, pero también -y en no pocas ocasiones- un instrumento para satisfacer casi la totalidad de nuestras necesidades personales. Desde un aparato en la palma de nuestras manos y con la inmediatez no anclada al lugar físico en que nos encontremos, podemos transmitir emociones, encontrar seguridad, obtener esparcimiento, disipar temores, generar oportunidades de negocio, obtener información, obtener salud, educación y formación, mayor bienestar y, porque no decirlo, en no pocas ocasiones encontrar paz, esperanza y alegría. 

El desarrollo y aparición de los smartphones o teléfonos inteligentes desde fines de los 90´s potenció de manera sorprendente el impacto sobre nuestra esfera personal, social y económica, condicionando en gran medida muchas de las conductas que hoy normalizamos, al punto que hoy, para muchos, es imprescindible realizar compras, pagar por servicios, leer el diario, acceder a plataformas de entretenimiento o navegar por internet desde su teléfono móvil. El bienestar social que genera el teléfono móvil por cierto que también tiene un componente fundamental en la reducción de desigualdades y de brechas sociales que cada vez viene siendo objeto de mayor atención por parte de quienes formulan políticas públicas, más allá de situaciones de coyuntura como las de reciente la pandemia mundial del COVID. Basta para ello pensar en qué hubiera sido de millones de personas al enfrentar una pandemia sin un teléfono móvil a la mano.

Como suele suceder a lo largo de la historia, los procesos evolutivos nunca se detienen y a veces toman cursos impensables -y hasta curiosos- también para la telefonía móvil. Por ejemplo, recientes estudios estarían poniendo en evidencia una tendencia de algunos usuarios para preferir el retorno hacia etapas iniciales con los teléfonos básicos (o “teléfonos tontos” llamados así en contraposición a los “teléfonos inteligentes”) que únicamente cuentan con capacidad para realizar llamadas de voz y operaciones básicas. 

Sea un asunto de simple “moda retro” o un nuevo patrón de preferencias de los usuarios, sean tontos o inteligentes, resulta incuestionable que el teléfono móvil juega y seguirá jugando por muchos años más un rol fundamental en nuestras vidas. Podrá experimentar más cambios en su apariencia, cambiarán las interfases y hasta -como vaticinan algunos- se podrá desmaterializar para insertarlos en el cuerpo humano o virtualizarlos en los metaversos, pero siempre se dispondrá de un celular a la mano (o dentro de la mano) con presencia constante para satisfacer necesidades y mejorar nuestra calidad de vida. Para los escépticos, ¿está usted leyendo este artículo desde un teléfono móvil, verdad?

(1) Resolución N° 269 del 15 de junio de 2002 por la cual el Congreso de los Estados Unidos revindicando datos técnicos, legales históricos reconoce como el inventor del teléfono a Antonio Meucci y no Alexander Graham Bell.

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